sábado, 21 de septiembre de 2013

Capitulo 1. Escapada a los Alpes.

Hace ya más de un mes que volví de los Alpes y los imborrables recuerdos que tengo siguen ahí muy vivos en mi cabeza y en mi pensamiento, a mis queridos lectores, deberéis disculparme por la demora en escribir estas pocas líneas en este modesto blog, pero después de la ventura alpina, tocaba descansar de bici por completo y además, en compañía de mi maravillosa familia en algo tan distinto como la playa. Un bonito contraste, una semana subiendo puertos por encima de los 2.000 metros de altitud y a la semana siguiente, tumbado en la playa a nivel del mar. 

Como pudisteis leer a mediados del mes de junio, en el último post en este blog, tenía en mente una escapada a los Alpes en compañía de dos amigos. Una escapada que sin lugar a dudas podría marcar un antes y un después en mi afán por conocer puertos, conquistarlos y añadirlos a mi colección de puertos. 

Dicho esto, y en relación con la poca actividad que ha tenido mi blog en las últimas fechas, no creáis que es dejadez, desidia o cualquier adjetivo que se os ocurra, en absoluto, todo lo contrario más bien, el blog está muy vivo, pero sí que es verdad, que cosas que contar, tenía muy pocas por no decir ninguna, y escribir por escribir no soy partidario. Bien, como decía la escapa alpina estaba programada desde el día 6 de Agosto hasta el 12 del mismo mes, es decir, 7 días con 6 etapas de puertos. Un plan ambicioso pero factible. 

Por cuestiones de logística, quede con mis dos colegas, en que ellos se desplazarían hasta Villafranca del Campo en Teruel, donde yo estaba, para desde allí seguir juntos hasta Bourg-Saint-Maurice, nuestro primer alto en el camino. Así que, uno viniendo desde Madrid y el otro desde Cuenca, se plantaron allí a las 8 de la mañana, haciendo un esfuerzo en cuanto a un buen madrugón, pero habida cuenta que las primeras horas iba a conducir yo, podrían ir descansado. 

Pero como todo en esta vida, pocas veces, los planes salen al 100% de lo planeado. Yo desde 2-3 días antes del día de salida, mi cuerpo empezó a protestar, no me pasaba nada realmente en concreto, pero el malestar general, dolores de cabeza y agotamiento físico de continuo todo el día, estaban a la orden del día, y ya para culminarlo, la madrugada del día que nos íbamos, me pase buena parte de ella vomitando todo lo sólido y líquido que había comido el día anterior, que ya de por sí, fue realmente poco. Empezamos bien el viaje. Así que en esas condiciones, el día 6 a las 8 de la mañana Alfredo, Alberto y yo, comenzamos la aventura alpina. 

Como estaba previsto, el primer turno de coche lo haría yo, en principio mi idea era ir hasta por lo menos hasta la frontera conduciendo, pero después de 3 horas, a la altura de Barcelona, tuve que dejar el volante del coche a otro, porque simplemente no podía más, me dolía la cabeza horrores y necesitaba dormir. Algo se estaba cociendo. 

Hicimos un primer gran alto en el camino, en la estación de servicio previa a la frontera en la localidad de La Junquera, por lo visto, la gasolinera que más factura de España, donde allí, tanto españoles como extranjeros repostan gasolina antes de entrar en el país galo dado su precio en el país vecino. Mientras tanto, mis compañeros decidieron tomar algo, cosa que yo simplemente no podía, un poco de Aquarius por eso de estar hidratado y poco más. 

Después de este alto en el camino, ya tocaba ir hasta el final, así que de ahí hasta Bourg-Saint Maurice prácticamente de un tirón, admirando primero a lo lejos el Mont Ventoux y sabiendo que en una semana allí estaríamos, y poco después, admirando como poco a poco nos adentrábamos en el corazón de los Alpes hasta Bourg-Saint-Maurice. Bien, después de casi 12 horas de coche, llegamos a nuestro destino, el hotel Auberge-Du-Val Joli, que no estaba justamente en la misma población de Bourg-Saint-Maurice, sino que estaba en la subida del Col del Petite-Saint-Bernard, aproximadamente a un par de kilómetros del inicio de la subida. 

El hotel, estaba bastante decente y el restaurante tenia buena comida, de hecho, cenamos allí, y comimos los tres un primero, segundo y postre por 5 euros por persona. Cena, que yo apenas toque porque simplemente no me entraba nada en el estómago. Después un ligero paseo por los alrededores y de nuevo en la habitación, para preparar los trastos para día siguiente, la primera etapa donde el Col de L’Iseran y el Petite-Saint-Bernard nos esperaban al día siguiente. Yo por mi parte, no estaba bien, la cabeza me dolía horrores, el estómago lo tenía revuelto y además, estaba visitando a mi inseparable amigo roca más de lo que uno desearía en estas circunstancias. Ya me rondaba la idea en la cabeza, de que al día siguiente, quizá podría no salir si no mejoraba. 

A la mañana siguiente (7 de Agosto), el día amaneció lluvioso, no era una lluvia torrencial pero si una lluvia chisposa, que no paraba pero que al fin y al cabo, te acabas mojando. Se cumplían las previsiones del tiempo, que decían que ese día, tendríamos lluvia. 

Mis compañeros desayunaron copiosamente, mientras que yo apenas tome bocado, y después de una muy mala noche, tome la decisión, muy a mi pesar, que me quedaba en el hotel, metido en la cama por que no estaba en condiciones, vamos, que estaba enfermo. Una vez que mis colegas se fueron a por los dos colosos, por mi parte, tuve que tirar de seguro médico para localizar a un doctor, para que me diagnosticara que tenía y me recetara algo en consecuencia. 

En la puerta del hotel, mi carita lo dice todo.

Al final, tuve que ir a la estación de ski de Les Arcs (de infausto recuerdo para Induráin y todos los aficionados españoles que esperábamos el sexto tour ese año) a visitar al médico. Al menos pude subir ese puerto, pero en coche, así al menos, ya lo conozco y se cómo es para futuras escapadas. Ya en el medico, y entre un poco de español, francés e inglés, me diagnostico que tenía Gastroenteritis. Me receto unas pastillas que debería tomar una semana y que físicamente, iba a estar hecho un trapo unos cuantos días. Se me vino el mundo encima, por un momento pensé que iba a pasarme toda la semana de los Alpes en blanco. 

Ya había tenido que dejar de lado el Iseran y el Petite Saint Bernard, y ya estaba temiendo por todos los demás………………y lo reconozco, una buena llorada me pegue después, ya que había entrenado un montón de puertos, me encontraba bien, con ganas, ilusión, motivado y te pasas todo el año hecho un roble, para que en los días más esperados, te espera el mazazo a la vuelta de la esquina. Un golpe duro. 

Ya de vuelta en Bourg-Saint-Maurice, después de volver de Les Arcs y con la receta médica bajo el brazo, tocaba encontrar una farmacia, cosa que no fue difícil, y al menos aproveche para darme un paseo tranquilo por esta localidad, que tiene absolutamente de todo para deportes de invierno y verano, y aproveche para comprar un mapa de los Alpes en relieve, algo que llevaba buscando algún tiempo. 

De nuevo en el hotel, me dispuse a ir preparando los bártulos para cuando llegaran Alberto y Alfredo, salir pitando hacia Suiza. De hecho, cuando estaba allí, aparecieron por el hotel a cambiarse de ropa después de haber hecho el Iseran, dado que les había caído agua a no parar y estaban algo helados y muy mojados. Para después ir a por el Petite-Saint-Bernard. 

Así que mientras yo esperaba sentado a la puerta del hotel, ellos estaban haciendo puertos. Yupiiiii. 

Y eso en mi fuero interno me sentó muy mal, estaba muy dolido, pero no había más remedio. Así que mientras mis compañeros subían el Pettitte-Saint-Bernard yo cargaba el coche para cuando llegaran, salir pitando hacia Suiza. Una vez terminada la etapa por parte de mis compañeros, comenzamos el traslado hacia Suiza. 

Yo me encontraba mejor, así que me propuse a hacer todo el trayecto conduciendo. Este trayecto consistía en pasar por el Petite-Saint-Bernard, ya que no pude hacerlo en bici, al menos, vamos a hacerlo en coche. Después, y era un atractivo del viaje aunque sea por curiosidad, pasar por el Túnel del Mont Blanc, y la verdad, la experiencia fue un tanto decepcionante, ya que el túnel lo esperábamos mucho más espectacular, sin embargo, era un túnel muy simple aunque eso sí, con unas medidas de seguridad espectaculares y un precio carísimo. 

Un poquito de publicidad de El Coleccionista de Puertos.

Col del Petitte-Saint-Bernard

Monumento al fraile San Bernardo en la cima del puerto.

Después tocaba pasar por la localidad de Chamonix, que aunque la vimos entre nube y lluvia, era un sitio precioso. Estábamos en medio de los Alpes. Luego pasamos por el Col de la Forclaz, para entrar definitivamente a Suiza, donde nada más entrar, paramos a comprar la Vigenette, que es la tarjeta para poder conducir en Suiza por autopistas, para desde ahí, pasando por Martigny todo recto hasta Hospental.

 
El paisaje a pesar de la lluvia, era espectacular.

Atravesando los Alpes de punta a punta.

Eso sí, pasando primero por el puerto de Furka. Este puerto, programado para el día siguiente, es simplemente espectacular, curvas en forma de Z, en medio de los Alpes Suizos, es una imagen que vale el viaje. Además, en ese tramo, se dio la casualidad que se rodó la película Goldfinger de James Bond. 

Después, casi en la cima del Furka, vimos el descenso del Grimsell, que nos puso a todos la boca llena de agua, una bajada de 5 kms con constantes curvas en Z y con una pinta espectacular, con un poco de suerte, al día siguiente bajaríamos y subiríamos por el mismo sitio. Simplemente lo que veíamos era espectacular. 

Ya en la cima del Furka, la noche se nos echaba encima, chispeaba un poco y los augurios para día siguiente pintaba mal. La bajada del Furka hasta Hospental fue tremendamente espectacular, un puerto bonito de verdad. Al llegar a Hospental, nos costó un rato encontrar el Hotel, que más bien era un albergue, la señora responsable del mismo ya estaba durmiendo y eran apenas las 8, aunque allí a esas horas, era noche cerrada y ni un alma por la calle. 

Luego cenamos en otro hotel, donde lo regentaba una cubana que nos atendió muy bien, pero lo que nos conto es que aquello era muy bonito, pero que los suizos eran literalmente unos muermos, que no había ningún tipo de distracción ni de diversión. 

Ya de nuevo en el hotel, caímos en un sueño profundo rápido, yo ya me encontraba mejor, y mi intención de los cuatro puertos programados para el día siguiente era al menos poder hacer el Furka y el San Gotardo, especialmente este último, ya que el empedrado de este puerto es un sueño que tengo en mente desde hace tiempo. 

Al irnos a la cama, la cosa se empezó a poner negra, ya que el cielo empezó a tronar muy fuerte, a llover a cantaros y a relampaguear toda la noche. El día siguiente estaba en peligro………………. 

El pueblo de Hospental, a pie del San Gotardo y el Furka.


Continuara....

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