El caso es que afrontar esta ultima etapa era una incógnita para
mí, nunca había montado tanto y de tantas palizas de tan seguido, a lo sumo 5
dias a este ritmo de puertos y horas, pero ¿siete? Jamás. Pero me quería tomar
con filosofía el último día, eran 3 señores puertos y algunos tenían unos
porcentajes que sobre el papel asustaban.
Como era habitual, el desayuno no era copioso, era lo siguiente,
no creo que en mi vida me haya metido desayunos de tal calibre, pero es que lo
quemas todo fijo a lo largo de la etapa y hoy, el día no iba a defraudar a
nadie.
Para empezar, mi compañero de habitación ese día decidió no
salir y quedarse por la zona, haciendo turismo. Bueno, yo no había venido a
eso, asi que ni tan siquiera me lo plantee, yo a lo mío que para eso estábamos aquí
y había estado todo el año pensando en esto, no era cuestión de rajarse en el
ultimo día.
Mapa y recorrido de la etapa final, de nuevo partido en dos, por el dichoso Garmin
Los primeros kilómetros, fueron prácticamente todos por carril
bici, muy separados de la carretera con lo que íbamos en grupo y a buen ritmo,
aunque si que es cierto, que en algún tramo nos encontramos la sorpresa de
estar en “modo sterrato” pero eso lo hacia mas divertido aún, pero en líneas generales,
la red de carriles bici de aquí es realmente impresionante.
Después de esos primeros kilómetros, nos topamos con el
primer puerto del día, con mucho tráfico, por cierto, ya que era sábado y eso
se notaba. El primero del día era el Wurzenpass y a mucha gente le sorprendió
encontrarse con porcentajes del 18% y asi durante 6 kms. Debió haber una buena batalla
en la II Guerra Mundial por aquellos bosques, por que a medio puerto había un
museo de la II Guerra Mundial (lástima no poder parar) y arriba del todo un
tanque americano alli de recuerdo. Parada alli arriba todos para hacerse la
foto y recuperar un poco el aliento después de este puertarraco al que subí a
mi ritmo cochinero y al tran tran.
Un "tramito" plano en pleno puerto
Puerto del Wurzenpass, que flojito no era
Un poco mas abajo, ya entramos en Eslovenia, y claro había que
hacerse la foto en la frontera, no todo los dias se entra en este país, y una
cosa muy curiosa, esta lleno de pequeñas tiendas de licor y tabaco, tiene pinta
que alli debe ser mucho más barato y los austriacos, pasan la frontera, compran
alli sus vicios y se vuelven. Eso explica que, hasta ese punto, y más en sábado,
había bastante tráfico, pero desde ahí en adelante, mas bien poco. Otra cosa a
destacar, la calidad del asfalto. En Austria, todas las carreteras perfectas,
pero fue entrar alli y la carretera se volvió “mas botosa”, como cuando uno
esta montando en Guadalajara y de repente entra en Teruel. Una provincia con
las carreteras estupendas y las turolenses, echas una mierda (sé muy bien de lo
que hablo), pues lo mismo.
Entrada a Eslovenia
Una vez que bajamos el puerto, llegamos a la población de Jasna,
donde hicimos el primer avituallamiento. Un sitio idílico, con unos lagos con
un azul turquesa precioso, que daban ganas de tirarse de cabeza para refrescarse
por que el calor empezaba a apretar. Por lo visto, es un lugar típico de vacaciones
para eslovenos. No me tiré de cabeza, pero los pies con zapatillas de bici y
todo pues sí. Había que refrescar los pies un poquito. Ademas, era la población
desde donde comenzaba el segundo puerto del día, el Puerto de Vrsic.
Lugar de vacaciones en Eslovenia, precioso lugar
El puerto comenzaba suave, pero pronto comenzaría la
verdadera característica de este puerto, sus curvas de herradura (concretamente
24), pero lo más notable es que TODAS estaban empedradas. Si, habéis leído bien,
era como una especie de puerto de San Gottardo que tiene tramos de pavés, Y el
truco era ir por el interior o por el exterior, por el vierte agua, cuando estaba
en condiciones, Ademas, a la mitad de este puerto, hay una capilla en homenaje
a prisioneros de guerra rusos de la Primera Guerra Mundial que construyeron
esta carretera y murieron muchos de ellos por un alud de nieve. Cuando yo pasé
estaban en plena celebración de misa ortodoxa y había bastante presencia policial,
digo yo por el lio de Rusia vs Ucrania.
Una curva de herradura y con pavé, la número 13
Una vez terminado el puerto, arriba estaba lleno de gente
(se notaba que era domingo) y la furgoneta, paró un poco más abajo en un pequeño
apartado en la bajada, para estar mas tranquilo y avituallarse tranquilamente.
La etapa estaba ya casi hecha, pero lo que quedaba iba a hacerme sufrir como no
lo había hecho los dias anteriores.
Cima del Puerto de Vrsic, bonito.
Vistas desde arriba del puerto de Vrsic
Una vez terminado el avituallamiento, comenzaba la bajada
por el otro lado (y sus 26 curvas de herradura), pero luego durante bastantes
kilómetros fuimos paralelos al rio Koritnica, que eran kilómetros muy pestosos,
con mucho calor y de vez en cuando con algún repecho un poco “cabroncete”. Después
de ese tramo, en el pueblo de Koritnica, comenzaba la subida al puerto de
Mangart, y 15 kms que poco a poco iba picando para arriba. Y desde ese pueblo,
no iba nada bien, hacia más de 32 grados de temperatura y buscaba fuentes
desesperadamente. Al poco, me pasó Tomás, un compañero de expedición, que
viendo que iba muy justo, se puso unos kilómetros delante de mí, marcándome el ritmo
y poco mas adelante, en un pueblo (no recuerdo el nombre) ambos paramos en una fuente,
donde bebimos agua hasta hartarnos, llenamos los bidones, los cascos los
metimos en la fuente y nos refrescamos de arriba abajo, en apenas 10’. Poco después,
reanudamos la marcha, pero yo iba sin ir y Tomás tiro para adelante, mientras
yo me marcaba el ritmo.
Poco después, venia el desvío al puerto en sí, es un ramal
donde se sube y se baja por la misma carretera, ahí podía seguir recto para Italia
y saltarme el puerto, pero haciendo de tripas corazón, me tiré por el desvío y para
arriba. El arranca del puerto es durísimo, donde tuve que estrujarme lo mío
para superar los primeros 2-3 kilómetros, justo hasta el peaje del puerto,
donde los vehículos a motor deben pasar por caja para poder seguir subiendo. A
partir de ahí, suavizaba, pero seguía siendo un puerto en toda regla durísimo y
había que echarle cabeza, había tramos del 20%, pero de pronto comenzaba a
encontrarme mejor y fui encontrando mi ritmo, es decir, ese momento de crisis
lo había dejado atrás, pero no era cuestión de confiarse, ya que quedaba un
mundo hasta arriba.
Desvío hacia el puerto de Mangart.
Sufriendo en las rampas de puerto
Y asi todo el rato......
Pero vino la anécdota del día, yo iba a mi ritmo, y había bastantes
ciclistas subiendo la verdad, uno de los que cogí que iba fundido (extranjero)
iba con bici eléctrica y cuando le pasé se soldó a mi rueda, y asi durante casi
toda la subida. Ni un solo relevo, ni una sola palabra, solo le oía jadear y
como le iba dando mas gas a su bici eléctrica para no quedarse, y eso que yo subir,
lo que se dice subir no soy Pogacar, mas bien soy un trotón, pero ahí iba el
tio. Al final, después de estos 7-8 kms, se veía al fondo el aparcamiento donde
estaban todos los coches aparcados, eso me dio nuevas fuerzas, por que pensaba
que se acaba ahí el puerto, pero no, después de la barrera, otros 2 kilómetros más,
concluyendo con un lazo arriba (podías ir por la derecha o la izquierda, que
acabas en el mismo sitio) y por fin llegue arriba. Y la verdad es que merecía la
pena por las vistas que eran realmente impresionantes, pero ni un solo puñetero
cartel de que estábamos arriba.
Cima del Puerto de Mangart, con unas vistas espectaculares.
Poco después, bajada de nuevo al aparcamiento para hacer el
avituallamiento y luego bajada todos juntos para volver a Villach, que aun nos
esperaban cerca de 50 kms. Una vez ya en la carretera principal, entramos en
Italia por el puerto de Predil y mas adelante, el grupo que íbamos, que éramos unos
10-12 decidimos parar en un lago a darnos un chapuzón, asi que dicho y hecho,
en el lago de Predil, en el centro náutico que había, nos fuimos todos para allá.
Estaban las playas de lago llenas de gente bañándose, y claro, de repente
llegamos alli todos, nos quedamos en cullote y todos al agua y como buenos españoles,
haciéndonos notar.
Un baño con los colegas en un lago italiano, sin duda, lo mejor del día
Sitio idílico para pasar la tarde
De hecho, había gente que había estado en Suiza el año
pasado y en Dolomitas hace dos años, y eso de darse un baño en lago de montaña,
lo tomaban como costumbre de “ritual final”. La verdad es que el sitio era
precioso, el azul del lago era precioso y el agua, esta helada, pero con lo
cansados que íbamos y con el calor que hacía, nos sentó ese baño de maravilla.
Al rato, reanudamos la marcha, que aun nos quedaban cerca de 40 kms que al final
fueron casi 50 por que nos encontramos algún tramo cortado y tuvimos que actualizar
la ruta por alguna ruta alternativa, pero bueno, era el último día y poco
importaba ya.
Foto final del grupo que íbamos a nuestra bola y disfrutando de la última etapa
Luego, los 30 kilómetros finales, de nuevo por el carril
bici que cogimos al principio de la etapa para llegar al hotel, casi a las 7 de
la tarde con casi 160 kms en las patas y cerca de 8 horas de bici, pero yo al
menos iba de lujo, demostrando que soy un tio de fondo. Ademas, fue llegar,
ducharse y al poco la cena, y simplemente todos la devoramos.
Y se acabó, se acabo la aventura que he disfrutado muchísimo y pensando en repetir el año que viene. Solo faltaba al día siguiente, volver a casa desde el aeropuerto de Venecia.
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