El pasado viernes 12 de Agosto, después de largas y duras negociaciones con la que realmente manda en mi casa y supongo que como en muchas (o casi todas en las que hay niños de por medio), conseguí escaparme un día a Pirineos. Y cuando digo un día, quiero decir horas......
La última vez que visité los
Pirineos fue en el 2012, cuando estuve por la zona de Bagneres de Luchon y
Ax-Lex-Thermes, aunque mi última escapada fue en el 2013,
cuando pude ir a los Alpes 7 días, un viaje que tengo muchos recuerdos y muchas
cuentas pendientes debido al calamitoso estado de salud en el que fui, ya que
una inoportuna gastroenteritis a 1 día de salir para allá, me dejo KO toda la
semana. Aunque lo disfrute, pero no como yo hubiera querido. Y sinceramente, es
algo que ahora mismo veo muy pero que muy difícil de repetir. Aunque la
esperanza es lo último que debe perderse, como se suele decir: Nunca dejes de
creer. Mi lema para prácticamente todo.
Ya sin irme por las ramas mucho más,
el viernes 12 de agosto, toco pegarse un madrugón, aunque ya con el cuerpo
acostumbrado dado que llevo casi 3 meses levantándome sábados y domingos a las
5 para salir a entrenar por el carril a las 5:30 de la mañana, así que
levantarse a esa hora para coger el coche y recorrerse los 360 kms que había
hasta Saint-Lary-Solaun estaba chupado.
La clave eso sí, es dejarlo todo
preparado la noche anterior: la bici revisada en el coche, toda la ropa en la
mochila, avituallamiento, documentación, desayuno, etc……nada debe quedar a la
improvisación, ya que como siempre iba con la agenda apretada.
La idea era salir de Villafranca
del Campo (Teruel), donde está mi campo base en esta época del año, a las 6 de
la mañana para a las 9:30 estar en mi destino. El camino a seguir era coger la
autovía hasta Zaragoza, prolongando hasta Huesca y ahí girar a la derecha
dirección Lleida para llegar a Barbastro. Hasta este punto, en un 95% es
autovía con lo que la velocidad media de crucero era óptima. A partir de
Barbastro, quedaban 90 kms hasta el Túnel de Bielsa pasando por localidades
como Ainsa o Biescas (esta acaba de cumplir 20 años de un trágico suceso que
conmociono a toda España), carretera en buen estado, pero con mucha curva. A
las 8 de la mañana se va bien porque no hay apenas tráfico.
Una vez pasado el Túnel, toca el
descenso hasta Saint-Lary-Solaun, donde los primeros 10 son tremendos, ya que
el puerto hasta el Túnel de Bielsa por la parte francesa en un puertazo (lo he
subido) y, además, los franceses conducen realmente mal, todos aplatanados por
el medio como si el mundo no fuera con ellos.
Como decía, puntualmente a las
9:35 aparque en Guchen, justo a la desembocadura de la bajada del Hourquette
d’Ancizan, el último puerto del día.
La idea era ir hasta la localidad
de Beyredes (un poco más allá de Arreau), para subir el col de Beyrede, que no
conocía y por lo que había leído, es el primo del Col d’Aspin que ya conozco por sus dos
vertientes. Bajar por el otro lado para acabar en la intersección del Aspin, Hourquette
y Beyrede, para seguir hasta Saint-Marie de Campan, donde subiría el verdadero
coloso del día: el Col du Tourmalet.
Una vez coronado, media vuelta de
nuevo hasta Saint-Marie de Campan y empezar a subir el Aspin en sus primeros 5
kms, para tomar luego el desvío para subir el Hourquette d’Ancizan que también
era desconocido para mí, y luego bajar a Guchen para dar por finalizada la
etapa. Sobre el papel (y según Google Maps) 92 kms, luego la realidad (Garmin
mediante) se impondrá con datos.
Empecé a pedalear a las 9:45,
todo cuesta abajo todo hay que decirlo, con manguitos y chaleco ya que hacia
fresquete (no llegaba a los 10 grados de temperatura), pero era ropa fácilmente
quitable y guardable en los bolsillos del maillot (siempre me acuerdo de La
Cobertoria de hace 5 años).
Destacar sobre todo la cantidad
de ciclistas que había, si digo que en 30 minutos vi a cerca de 50-60 me quedo
corto. A dos de ellos los cogi bajando hacia Arreau, les pasé y eso que iba a
mi ritmo, tranquilo ya que estaba calentando, pero el caso es que se picaron y se
pusieron a bloque a hacer relevos, así que ni entré en guerra con ellos. Rápidamente
encontré el desvío al Col de Beyrede y que les vaya bonito.
La verdad es que, excepto el
Tourmalet, que ya lo he subido en 4 ocasiones anteriores a esta, tanto este
Beyrede como el Hourquette no tenía ni idea de su longitud ni su dureza, así
que sería una sorpresa para mí, eso hizo que este primer puerto me lo tomara
con mucha calma ya que era territorio comanche.
El puerto es un señor puerto, y
en nada tiene que envidiar a su primo hermano el Col d’Aspin. Tiene un arranque
durísimo con cerca de 1’5 kms que no baja del 10% e incluso con tramos del 14%.
Después hay cerca de otro km en llano con una pequeña bajada para afrontar los
últimos 8 kms, ya que en total el puerto tiene 11 kms.
Es una preciosidad de puerto,
realmente me recordaba mucho a Spandalles (el primo hermano del Col du Solour),
con una carretera estrecha (apenas el ancho de un coche), bosque cerrado
(muchísima subida en sombra) y asfalto en buen estado (aunque no perfecto). Y
sobre todo muy pero que muy tranquilo, ya que en toda la subida solo vi dos
coches.
Decir, que estos 7 kms finales,
son bastante llevaderos, prácticamente todo el rato en torno al 6-7%, excepto
un tramo como a la mitad de cerca de 1,5 kms que del 12% no baja ni un solo
momento. Una recta que se hace larga y a pleno sol, entre praderas y algunas
casas de muy buen ver, lo que denota el nivel económico de la zona.
Ya al final suaviza un poco.
Arriba corone con buenas sensaciones y en tiempo. Además, justo arriba me pasó
uno de los dos coches que vi en toda la subida y pasó algo que jamás había visto.
Daba la casualidad que arriba había un rebaño de vacas a lo largo de la
carretera e incluso algunas paradas en medio, cosa que ya he visto muchas veces,
pero que sin decir nada ni hacer movimientos bruscos puedes pasar por su lado
que no pasa absolutamente nada.
El caso que el “listillo” del
conductor que me acababa de pasar, frena justo al lado de las vacas y en vez de
esperar a que se muevan poco a poco hasta a apartarse no se le ocurrió otra
cosa que hacer acelerones y pitarlas, a una de ellas se le cruzaron los cables
y le metió un cabezazo con los cuernos que le arranco prácticamente todo el
parachoques delantero.
Y ahí estaba yo detrás y tenía
que pasar por ahí, me pare y la vaca en cuestión se apartó, pase rápidamente y
fue pasar, y esa vaca la tomo a golpes con otra vaca. El del coche, estaba
jurando en arameo, pero él se lo había buscado.
Este coche aún daría más que
hablar, ya que mientras yo me hacia la foto de rigor arriba, me paso para bajar
por la otra vertiente.
Arriba, lo que hay es una
explanada grande con un montón de coches de senderistas, ya que como casi todos
los puertos de los pirineos, había multitud de caminos indicados para hacer
rutas y a eso los franceses son muy aficionados.
Comencé el descenso del Col de
Beyrede, un descenso de apenas 5 kms por una carretera igual que por el otro
lado, es decir, asfalto botoso, estrecho y curveado, pero el caso es que una
bici baja más rápido que un coche en este terreno, con lo que el coche que
había mencionado antes, en apenas 1 kms lo había alcanzado y le podía haber
pasado, si me hubiera dejado pasar, pero claro, no estaba por la labor. Viendo
el percal, tomé cierta distancia de seguridad que no es plan de jugársela, que precaución,
ante todo, y bien que hice, ya que en el descenso hay dos tramos sin asfaltar,
en roca viva. Cerca de unos 500 metros cada tramo, que los baje a 3 por hora,
esquivando las rocas y tratando de sobrevivir a este tramo.
El coche en cuestión, en cuanto
vio este tramo de rocas, piso el freno en seco y ahí se quedó clavado, le pasé
por la izquierda y ya no le volví a ver más.
Una vez terminado el descenso, volvía
a coger a la carretera de descenso del Col d’Aspin que lleva hasta
Saint-Marie-de-Campan para empezar el Tourmalet.
Hay que reconocer que esta
vertiente (la de la estación de Ski de La Mongie) es más fácil que la vertiente
de Luz-Saint-Sauveur. Tiene 17 kms, pero los 4 primeros son realmente fáciles
ya que son al 2-3% de desnivel, para luego los últimos 11 no bajar del 8-9% en
ningún momento.
Aunque lo peor de este puerto, no
es el asfalto (que hasta La Mongie está perfecto), ni el desnivel, ni el
calor………lo peor es el tráfico. Ya que la cantidad de coches que hay es
tremendo, también es verdad, que empecé a subir el puerto casi a las 11:30,
hacia un día estupendo y una temperatura magnifica.
El puerto, ya lo conocía de
haberlo subido en bici una vez anterior, pero en coche al menos 2 o 3 veces más,
así que desde abajo me puse un ritmo y para arriba, me encontraba fenomenal,
iba a muy buen ritmo, con el maillot totalmente abierto y bebiendo
regularmente.
Pasé a unos cuantos ciclistas en
la ascensión y sorprendentemente, no me pasó ninguno, y es de sobra conocido,
que yo Pantani no soy, más bien me acerco más a la figura de Greipel (y eso que
llevo ahora la misma bici).
Coroné el puerto cerca de las
12:45 aprox, los últimos 4 kms (después de pasar la Mongie), mantienen su
asfalto original botoso y típica carretera de puerto, además de muchas curvas
que lo hacen muy atractivo, donde seguía con mi ritmo y de ahí hasta el final.
Arriba lo esperado, este puerto
es casi un monumento nacional y es La Meca en los Pirineos para todos los
ciclistas, así que arriba hay un trajín de gente considerable de toca clase,
condición y pelaje.
Lo que más me sorprendió fue ver a esa manada de llamas en
la cima del puerto, yo pensaba que este animal solo estaba en Los Andes. No
dejaba de ser una imagen muy curiosa.
Una vez hecha la foto de rigor y
disfrutar del momento unos minutos, me abrigue bien con los manguitos y el
chaleco, para tirarme para abajo, y lo reconozco: disfrute la bajada como un
enano y fui deprisa, no por el hecho de ir mal de tiempo, sino todo lo
contrario, iba en la programación prevista, pero me apetecía bajar disfrutando
el descenso, donde no había ciclista ni coche que viera que se me resistiera a
pasarle como un cometa. Es más, hasta me permití el lujo en un tramo bastante
recto, hacer un “Chris Froome” (pero sin pedalear, que para eso hay que tener
unos huevos del tamaño de balón de playa), alcanzando los 80 Kms/h. Un lujazo
la verdad.
Una vez debajo de nuevo en
Saint-Marie-de-Campan hice una parada técnica a rellenar los bidones justo en
la fuente del cruce, antes de comenzar los 5 kms de comienzo del Aspin que me
llevarían hasta el desvío del Hourquette d’Ancizan.
Estos 5 kms realmente muy
llevaderos, con prácticamente un porcentaje del 3-4% y alguna rampa suelta de
algo más, pero con el maillot abierto, habiendo comido/bebido bien, buenas
sensaciones y disfrutando del entorno, se hizo una transición realmente
sencilla.
Pasados estos 5 kms, el desvío
hacia el Hourquete d’Ancizan estaba a la derecha, aunque se puede seguir otro
km más hacia arriba y coger el desvío que hay al Lac de Payolle, ya que ambas
carreteras confluyen en el mismo punto, que es donde realmente empieza el
puerto y donde se empiezan a ver el típico cartel con el kilometraje que te
queda y la pendiente media del kilómetro que empiezas.
Mientras tanto, desde el desvío
hasta esta intersección hay casi 2 kms de explanada entre praderas, que más
parece un camping que otra cosa, con multitud de familias con caravanas y
tiendas de campaña, disfrutando del sol, los ríos, la comida y alguna que otra
siesta.
El puerto del Hourquete d’Ancizan
si tengo que definirlo de alguna manera, es que es idílico para pasar el día
con la familia. Ya que hay mil sitios para tranquilamente aparcar el coche a la
sombra de un árbol, buscar una pradera, echar el mantel y hacer la tarde allí.
Lo recomiendo.
En cuanto al puerto en si, por
esta vertiente no es gran cosa, tiene un arranque suave y luego da paso a unos
4-5 kms al 6-7% que con calma y a ritmo se pasa sin problemas. Luego a 4 kms
del final, tienes un kilómetro de descenso (tal cual) para afrontar los últimos
3 kms, donde los 2 últimos son en plena pradera y donde ves todo el trazado
hasta el final.
Un peligro, ya que como veas a
varios ciclistas por delante, ya la has liado, te emocionas, piensas que solo
te quedan 3 kms de etapa y a por ellos, y eso fue lo que me ocurrió, incluso
hubo un tramo de unos 300 metros que me atreví hasta poner el plato
aprovechando un pequeño tobogán que había en la carretera, y tanto que lo eche
todo que acabe sprintando el ultimo kilometro y todos los ciclistas que había,
simplemente les rebase todo trapo.
Una vez arriba, toco la foto de
rigor y bajar por la otra vertiente, ya que justo abajo era donde tenía
aparcado el coche. Y tengo que decir, que la otra vertiente del puerto es
tremenda, una preciosidad tanto por el trazado, el entorno y la dureza de la
subida.
Baste como anécdota, que al kilómetro
de empezar a descender tuve que parar a quitarme las gafas de sol, ya que de
tanta sobra que había apenas podía distinguir el trazado de la carretera, una
vez hecho eso, pude continuar con mi descenso con total normalidad.
Después de un descenso precioso y
algo técnico, llegue al coche a la hora prevista, incluso con algo de adelanto,
que me permitió tomarme el retorno a casa con más calma. Ya en el coche, me
estaba esperando un fabuloso bocadillo de tortilla de casi media barra de pan,
que gentilmente mi suegra me había preparado la noche anterior. Digamos que
duro menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Después de devorar el
bocata, me dio tiempo a darme un paseo de casi una hora por la localidad de
Saint-Lary Solaun, que me vino de cine para relajar las piernas, descansar y
quitarme la tensión del recorrido de encima.
Al rato, inicie el retorno a casa
y con la suficiente calma como para llegar a la hora establecida a casa y dar
por terminada una aventura de 14 intensas horas. Eso sí, al llegar tocaba hasta
la hora de la cena cumplir con la familia, así que las casi dos horas de montar
en bici con los peques, jugar al futbol, al frontón o simplemente escalar a la
montaña de al lado del pueblo había que hacerlo con una sonrisa de oreja a
oreja y demostrando que soy el incansable. Aunque a eso de las 12 que fue a la
hora que pude meterme a dormir después de dejar a toda la tropa durmiendo…….caí
en 3 segundos y con una sonrisa de oreja a oreja, y por supuesto, pensando en
el 2017.
Hasta la próxima.
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